Una taza de café {Libre}

Ir a tomar un café a veces podía llegar ser la mejor manera de despejar la mente y pensar en distintas cosas, tantas que a veces contarlas sería de por sí algo muy inútil en dichos momentos. Aunque solía ir a Metrópolis considerables veces a la semana, no solía pararse todos los días en el café. Casi siempre lo hacía cuando sentía que debía tomar una buena taza de café mientras se inspiraba para escribir uno de sus poemas, una canción, dependiendo de la situación en la que se le pusiera frente en esos momentos. A diferencia de esas veces en esta ocasión sólo fue por un motivo sencillo: tomar un café. Era simple y nada del otro mundo, por lo que sólo debió caminar en medio de las calles de la ciudad hasta llegar a la cafetería. Como era de esperarse, allí se encontró con seres de distintas razas, pues Metrópolis era un lugar "neutral", por así decirlo. Allí toda clase de raza podría ir sin problema aunque claro, después de todo resultaría que quizás vieses a algunos en grupitos o miradas de odio mutuo, pero nada del otro mundo.

Por su parte, como persona (o criatura) que era, debió hacer pacientemente la fila mientras pensaba en qué café le gustaría tomar. Las opciones eran variadas y mientras se interrogaba cual tomar, analizó con la mirada el lugar y demás hasta que al final, llegó su turno. Allí sólo pidió el primer café que se le ocurrió y como pasaba siempre, también debería esperar a recibir el café adecuado. Mientras esperó cruzó sus brazos y una mueca casi de impaciencia se le formó en el rostro. Tras minutos de espera le fue entregado el tan delicioso café, cuyo olor fue capaz de percibir tan pronto lo tuvo en mano, como también se dio cuenta de que estaba bastante caliente, algo lógico pues estaba acabado de hacer. Lo siguiente y no por ello menos fácil, fue buscar una mesa. Allí debió dárselas de "ninja" para ser capaz de pillar una antes de que otro sujeto se le ocurriese correr hacia ella.

No era el único que deseaba quedarse de pie, ¿verdad? Sus ojos castaños comenzaron a analizar las distintas mesas que estaban disponibles y tan pronto consiguió una, medio corrió para alcanzarla. Con café en manos se escabulló entre la multitud de gente que paseaba por la cafetería, esquivando incluso a los que iban a salir para poder pillar de forma rápida la mesa. Hizo una que otra mueca considerablemente cómica cuando casi choca con personas que estaban en su camino pero todo valió la pena: logró tomar la mesa. Esta quedaba frente a uno de los ventanales que permitían la visión hacia el exterior, dejándole ver con mayor libertad la calle y las personas que transitaban por la misma. Cualquiera habría pensado que quizás pudo haber escogido una mesa al fondo, en una esquina vacía pero no, le gustaba esa que había escogido. El día afuera no estaba mal, era un día despejado y las demás razas que estaban allí caminaban de lo más campantes. Él por su parte sopló un poco su café buscando que se enfriara.

Mientras hacía esto buscaba algo entre su chaqueta y al ver que necesitaría las dos manos, debió dejar el café sobre la mesa y por consiguiente, prestar su atención en lo que estaba buscando y al final, sacó un papel, un tanto arrugado pero un papel al fin y al cabo. Este tenía una palabra escrita y él como si anduviera en plan de filósofo, colocó su codo en la mesa y recargó su mentón en la palma de su mano, teniendo el café al lado aún sin enfriar. Era una canción sin empezar y en esos momentos buscaba la inspiración para ello. Sujetó el papel con su dedo índice, pensando en infinidad de cosas mientras su rostro se tornaba pensativo, desviando lo que creyó que haría (tomar un café) para hacer una de las actividades que hacía al visitar la cafetería. Para cualquiera eso de escribir una canción podría ser un proceso aburrido para él no lo era, allí podía escribir todo lo que deseaba y sin que nadie le dijese nada al respecto.

Fuera de todo eso, no sabía el porqué tenía el presentimiento de que esa sería una tarde buena y para nada aburrida mientras buscaba las palabras correctas para terminar de llenar aquel papel en blanco.

Era la primera vez que visitaba metrópolis, era un sitio bastante completo tenía que admitirlo, observaba todo a mi alrededor esperando encontrar algo que me llamara la atención. Había mucha gente paseando por aquella ciudad, de repente encontré lo que buscaba, allí había una cafetería, empecé a esquivar a la gente hasta poder llegar al sitio. Miré a mi alrededor suspirando. Estaba completamente lleno, ni una sola mesa libre... pero me daba igual sólo quería tomar un buen café mirando a la gente.
Me acerqué a la cola de gente mientras observaba el local, no parecía ser uno de esos sitios cursis, me gustaba el ambiente que se respiraba, detuve la mirada en un gran ventanal por el que podía ver la gente pasar. Las mesas estaban ocupadas pero había un hueco justo detrás de una y ya había decidido que me apoyaría allí para tomar mi café.
Pedí un capuccino y esperé a que me lo sirvieran. Después de pagarlo me acerqué al sitio que había identificado momentos antes. El café estaba bastante caliente pero agradecía esa sensación en las manos, miré al chico que ocupaba la mesa, estaba concentrado en algo que estaba escribiendo así que pasé intentando no molestarlo y apoyé mi hombro en la pared mirando hacia la calle. Me sorprendía ver como todas aquellas personas paseaban por el mismo sitio sin intentar matarse, era una sensación nueva y relajante.
Casi sin darme cuenta me sumí en la visión de un mundo tranquilo y armonioso y comencé a tararear una de mis canciones.